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El paso de la pandemia obliga a los directivos a revisar las prioridades estratégicas de la empresa una y otra vez. Ello conlleva a que las reformas estructurales se hagan en función de la monitorización del desempeño, los acontecimientos del entorno y la capacidad de adaptación de la empresa.  

1.- La monitorización constante es importante

La incertidumbre que ha dejado la pandemia nos obliga a monitorizar las operaciones, la financiación, la salud y el bienestar de los trabajadores.

Aunque las crisis nos son prevenibles existen algunos indicadores externos que pueden advertir a los directivos cuál es el mejor momento para ejecutar un plan de ajuste o de crisis.

Hay tres razones que justifican la monitorización de la empresa de forma constante:

1.1.- Ha habido una ingente cantidad de cambios durante la pandemia

La digitalización y la flexibilidad que parecían cosas del futuro llegaron abruptamente y con cinco años de antelación. Asimismo, llegaron cambios en el comportamiento del consumidor, en la gestión de relación con el cliente, en la cadena de aprovisionamiento y en las formas de trabajo de los empleados.

1.2.- Muchos de los cambios prevalecerán en el tiempo

El ecommerce, la gestión en la nube y el teletrabajo llegaron para quedarse. La organización de eventos de carácter masivo tales como convenciones, congresos, cursos de formación y eventos corporativos seguirán siendo virtuales en lugar de presenciales.

1.3.- Todavía reina un clima de incertidumbre

La constante incertidumbre obliga a las empresas a adoptar un modelo de trabajo flexible, por lo que se consolida el trabajo por objetivo y va quedando obsoleto el trabajo por horas.

Esto da origen a nuevos formatos de empleo, entre los que destacan free lance, temporales, autoempleo, etc.  En cualquiera de los casos debe garantizársele al trabajador la debida protección social independientemente del tipo de contrato utilizado.

2.- La gestión de riesgo es necesaria

Hay indicios que invitan a pensar que la incertidumbre y volatilidad se extenderán en el tiempo  post pandemia, convirtiendo la gestión de riesgos en un elemento central de la etapa venidera.

Decía el filósofo griego Heráclito que “no hay nada permanente, excepto el cambio”

La única forma de sobrevivir que tienen las empresas es adaptarse y afrontar los cambios, por lo que gestionar la incertidumbre a través de la identificación y medición de riesgos resulta útil.

Se pueden utilizar estudios externos de órganos especializados como el del Instituto de Auditores Internos (IAI) o el World Economic Forum para la monitorización del entorno. No obstante, todo apunta a que los principales riesgos que afrontan las organizaciones son: la ciber-seguridad, la seguridad de datos, el cambio de regulación y la inteligencia artificial.

A los anteriores le siguen los riesgos financieros, de capital y de liquidez, el capital humano y la gestión del talento, que figuran como riesgos recurrentes en la superación de la crisis.

Por último, se debe citar la incertidumbre macroeconómica y geopolítica, las cadenas de suministro, la subcontratación y el riesgo de terceros, así como los riesgos relacionados con las comunicaciones y la reputación.

En conclusión los principales riesgos que enfrentan las empresas son tecnológicos, financieros y de gestión.

Pero «en un mundo que está cambiando realmente rápido, la única estrategia que garantiza el fracaso, es no tomar riesgos» Mark Zuckerberg

Todos los riesgos deben ser evaluados en términos de probabilidad, impacto, velocidad y conectividad con otros riesgos en conjunto. Esto con la finalidad de asegurar la correcta priorización y la integridad de las empresas en el actual contexto.

3.- La gestión del margen de beneficio es imprescindible

Gestionar eficientemente el margen de beneficio es clave para la rentabilidad de la empresa.

Si desaparece el margen bruto desaparece la rentabilidad, es decir no habrá beneficio aunque se incremente la facturación. Asimismo, si el margen es muy pequeño cualquier mínimo esfuerzo por incrementar las ventas o introducir mejoras acabará con la rentabilidad.

Existen 5 fórmulas para incrementar el margen bruto y en consecuencia la rentabilidad de la empresa:

3.1.- Aumentar los precios de algunos productos

Antes de efectuar una subida de precios es recomendable estudiar el mercado, hacer benchmarking o introducir mejoras innovadoras.

3.2.- Realizar un control de inventario estricto

Un inventario eficiente evita gastos y reduce riesgos. Para lograrlo se hacen previsiones de venta que aseguren trabajar con el mínimo inventario sin que se produzca rotura de stock.

3.3.- Reajustar la mezcla de ventas

Esta acción permite mejorar la combinación de productos. Asimismo, impulsar la gestión de ventas cruzadas e incorporar servicios complementarios, resulta eficaz a la hora de incrementar los márgenes y la rentabilidad.

3.4.- Poner al cliente como eje central del negocio es una apuesta segura

Para ello se deben garantizar experiencias satisfactorias y memorables que garanticen su lealtad. Esta influye en la frecuencia, el volumen y el importe de las compras, además de las recomendaciones.

3.5.- Reducir costes directos de los productos mediante la negociación con proveedores

Se pueden negociar descuentos por volumen y pronto pago, así como la absorción de costes de transporte o publicidad por parte de quienes conforman la cadena de suministro.

En definitiva, estos consejos ayudan a la empresa en su reforma estructural, permitiendo su rápida adaptación al cambio, midiendo los riesgos asociados a su actividad y consiguiendo eficiencia en la gestión del margen bruto, con la finalidad de generar un mayor EBITDA.

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